Betis Bohemio

Los escudos que no fueron

La proclamación de la II República produjo grandes transformaciones en el conjunto de España; y el fútbol, y concretamente el Real Betis Balompié, no fueron una excepción. El fin de la monarquía se tradujo en la desaparición de los símbolos reales de todas las instituciones del país, de manera que la corona que adornaba aquel círculo con doble B  no tuvo más remedio que desaparecer a raíz del 14 de abril de 1931.

Los primeros meses de la República avanzaron y el club comenzó el año 1932 sin contar con escudo de forma oficial, una situación que llegó a su fin cuando el diseño elaborado por Enrique Añino, uno de los fundadores del Sevilla Balompié, fue aceptado como nuevo escudo de la entidad. Aquel escudo es reconocido por todos los béticos: el antiguo círculo se transformó en un rombo que seguía cobijando la doble B de Betis Balompié, y fue enmarcado en un triángulo verdiblanco que, desde aquel día, nos convirtió en presos de sus trece barras.

Sin embargo, la existencia de unos escudos alternativos, también elaborados por Enrique Añino, no es tan conocida para el común de los béticos. Por esa razón, desde Betis Bohemio hemos decidido dar el paso y hacerlos visibles para el conjunto del beticismo.

Este primer diseño siguió las pautas del que finalmente fue aceptado como escudo definitivo. Aunque se pueden observar algunas diferencias, como son los bordes de color amarillo que envuelve el escudo, que el propio autor indicó de su puño y letra en el documento.

Estos bordes amarillos también estuvieron presentes en otro de los escudos alternativos. Además, en este encontramos dos B muy distintas a las que finalmente fueron incluidas en el escudo, siendo una de ellas de color azul.

Pero la verdadera sorpresa llega cuando nos topamos con un diseño que rompe totalmente con los esquemas que los béticos tenemos hoy en día en la cabeza. Se trata del boceto de un escudo completamente nuevo para nosotros, dividido en dos partes por una línea trasversal. En el lado izquierdo predomina el color verdiblanco, al mismo tiempo que tiene cabida el círculo con la doble B. Pero lo verdaderamente novedoso aparece en el lado derecho, donde se pueden ver abocetados tres elementos clave de la historia sevillana y de nuestro río: la torre del oro, el puente de Triana y los trazos de un barco que se asemeja a una carabela.

Pero la cosa no quedó ahí, pues puede encontrarse una alternativa a este diseño, con el escudo dividido en tres partes. La zona izquierda contenía seis rayas verdiblancas, mientras que la derecha presentaba los mismos colores, además del círculo con la doble B. Es la parte central la que aporta más novedades en este caso, pues es ahí donde aparecen reflejadas nuevamente la torre del oro, el Puente del Triana y el río Guadalquivir, otrora Betis, con una carabela algo más detallada que en el diseño previo.

Y  llegamos a la joya de la corona (valga la expresión pese a  la desaparición de la misma). Este diseño, completamente acabado, nos ofrece un escudo dividido en cuatro partes claramente diferenciadas. La zona superior izquierda cuenta con la misma doble B que existía en el segundo de los diseños que hemos presentado. La parte inferior izquierda, por su parte, recoge las líneas verdiblancas que tantos años llevan marcando nuestra existencia. Y en cuanto a la parte derecha, en la zona superior podemos encontrar una carabela perfectamente detallada, mientras que en la parte inferior se da cabida al símbolo del NO8DO. Finalmente, cabe destacar que en el centro del escudo aparece un balón antiguo, con la curiosa inscripción de 1908 en lugar de 1907 como año de fundación.

Esta variación en la fecha no es casualidad ni un error del autor de los escudos, pero su análisis merecerá un estudio independiente que no tardará en llegar. Mientras tanto, esperamos que los béticos disfruten de esta parte de la historia del Betis que, aunque no llegó a ser una realidad, forma parte de los pasos que el club ha ido dando hasta llegar a nuestros días, donde las trece barras, la corona y la doble B se han convertido en una parte inalienable de nuestras vidas.

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2 comentarios en «Los escudos que no fueron»

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