Betis Bohemio

¡Griguol, saca a Alfonso!

 

Escribo estas líneas sabiendo que Argentina ha vuelto a ganar un título tras muchos años sin hacerlo. Es extraño, los éxitos de la Argentina en el fútbol me sacan una sonrisa. Siempre he pensado que desde la distancia que separan Buenos Aires o Rosario de mi Sevilla natal, ha ido creciendo una admiración y un cariño, poco a poco, hasta ver en ese rincón del planeta un oasis de cómo entiendo yo el deporte rey.

Yo pensaba que esta extraña historia arrancó con una camiseta de River Plate que mis padres me regalaron. Sobre la franja que atraviesa el alma lucía en terciopelo negro la publicidad de Budweiser. A eso le siguió la primera vez que vi una hinchada argentina en directo, la de Boca Juniors en el Benito Villamarín. Fue increíble, no pararon de animar desde el calentamiento hasta el final del partido. En definitiva, poco a poco me fui impregnando de detalles y conociendo historias que quedaron para siempre en mi corazón. Por eso hoy sé que San Lorenzo va a volver a Boedo y que ni Messi, ni Maradona, pueden compararse a Tomás Felipe Carlovich. Pero cuando mi padre me contó donde empezó todo, supe que no fue ni con River, ni con Boca, fue con el Betis de mi corazón, en Bilbao y con el héroe máximo del barrio de Caballito, don Carlos Timoteo Griguol.

Era agosto de 1999, a este que escribe aún le faltaba un mes para cumplir tres años, por ello recuerdo solo destellos y chispazos de esta historia, no pongo en pie ninguna de las palabras que van a leer, solo el testimonio de mis padres la han traído a mi memoria.

Mi progenitor siempre había querido conocer San Mamés, el antiguo, el de verdad. Y el sorteo de la temporada 1999-2000 había deparado que empezáramos la liga en el mítico estadio del Athletic Club. Ese curso teníamos entrenador nuevo, Griguol, un hombre que había llevado a Ferro a los máximos éxitos de su historia. Un hombre que había levantado títulos con un equipo verdiblanco, que decía que en Sevilla le gustaban las películas del oeste y que lucía una boina para protegerse del calor. Díganme, ¿qué podía salir mal? Pues miren, salió mal todo y el Betis acabaría bajando a segunda división ese año, pero eso es otra historia. Hoy toca contar como Carlos Timoteo Griguol se comió la que seguramente fue la primera bronca que eché a un hombre de fútbol.

A pesar de mi juventud, mi padre llevaba más de un año llevándome al estadio. Si Mozart sabía tocar el piano con tres años, yo sabía decirte la alineación completa del Betis y, sinceramente, prefiero mi talento al del austriaco. El caso es que, para el partido referido de Bilbao, mi yo de tres años se cogió un cabreo monumental al ver saltar al Betis al campo. Desfilaron once jugadores, y don Alfonso Pérez Muñoz no estaba entre los de la partida. Raudo me levanté de mi asiento y empecé a vociferar. “¡Griguol, saca a Alfonso!”. Esos gritos provocaron las risas de los aficionados vascos de nuestro alrededor. Una mujer me dijo “mira, ahí está Alfonso” y ahí estaba, entre los suplentes calentado, y así se lo hice saber. Iba a arrancar el partido y Alfonso estaba en el banquillo. ¿Cómo podía ese argentino cometer semejante tropelía?

Al descanso todo continuaba igual, pero cuando se reanudó el segundo tiempo, un gol de Joseba Etxeberría adelantó a los leones. El gol, lejos de hundirme, hizo que me levantara de mi asiento y empezara a gritar de nuevo por el ingreso del mago de las botas blancas en el césped. No fue hasta el minuto setenta y ocho cuando lo metió, provocando mi alegría y el cachondeo de los aficionados del Athletic que me decían “mira, por fin te ha hecho caso”.

El resultado no se movería. El Betis perdió ese partido y tengo clarísimo que fue porque Griguol no me hizo caso. Siempre agradeceré a mis padres que me llevaran a ver a mi equipo a aquel templo del fútbol que ya no existe. Y cuando con los años me contaron el “Griguol, saca a Alfonso” hizo que un hombre que no tuvo suerte en el Betis, se quedara siempre grabado en mi corazón. El bueno de Carlos Timoteo hizo feliz a los argentinos que tienen su corazón pintado en verdiblanco; con los años tengo claro que tendría sus motivos para no meter a Alfonso y espero que, allá donde esté, haya disfrutado de ver como Argentina ha salido campeona, y que tenga claro que, además de en Caballito, en Sevilla siempre habrá alguien que se le esboce una sonrisa cuando piense en él.

Por Javier Guerrero Alfonso (@BetisShirts)

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