Betis Bohemio

¿Adriano? Baetico, como su tío Trajano

Por Enrique Roldán / @enrolcan

Al Real Betis Balompié le dio por poner el Olímpico de Roma patas arriba y dejar a los búlgaros del Ludogorets más fríos que aquella estatua soviética que tenían en la plazoleta de la Mezquita. El que estuvo allí sabrá que me refiero a la única plaza medio potable que había en Razgrad, la que estaba rodeada de árboles y kebaps baratos. Quizás los razgradenses que se paseaban en chándal por aquella plaza y los romanos que se cruzaban con nosotros a la altura del Coliseo no eran muy conscientes de lo que se les venía encima cuando la marea verdiblanca comenzó a mojar las orillas de sus bellas tierras (unas más que otras), pero los béticos sí que lo sabíamos.

Y si lo sabíamos es porque los béticos de bien estamos al corriente de quién fue Trajano, igual que sabemos que nació muy cerquita del Ventorrillo Canario y que fue el primer ciudadano romano que accedió al cargo de Emperador de Roma sin haber nacido en la península itálica. Y mira que el Imperio Romano tenía provincias, pero quiso la divina providencia de Júpiter que fuese un baetico el primer romano que, sin haber nacido en ese país cuyos ciudadanos tienen la capacidad de dejar secos los pucheros tan pronto como huelen un poquito la hierbabuena, gobernase el Imperio más poderoso del mundo.

De hecho, entre aquellos partidos que nuestro Betis jugó en Italia y Bulgaria, aquí ya le dedicamos unas palabritas a Trajano. Recordamos que “el primer baetico” se hizo con Italia igual que nosotros copamos la Piazza del Popolo al grito de “Roma somos nosotros”; y también adelantamos que teníamos confianza ciega en la victoria en tierras búlgaras por la sencilla razón de que aquello perteneció a la Dacia, un territorio cuya conquista aún sigue plasmada en la Columna de Trajano. Pero aquellos partidos hoy nos suenan lejanos, igual que lo hacen las casi tres horas que pasamos en la frontera rumano-búlgara solventando jaleos de pasaportes y carnés perdidos y duplicados.

Suenan lejanos por el paso del tiempo y porque la fase de grupos es algo que el Betis superó prácticamente sin despeinarse, por mucho que Joaquín se atusara los cuatro pelos que tiene en el flequillo cada vez que pegaba una carrerita. Pero ahora nos encontramos en una situación muy distinta, pues son las tierras inglesas las que nos esperan. No obstante, este no es momento de hablar de la Pérfida Albión, de Blas de Lezo, ni de los piratas que han sido siempre los ingleses, pues nos estaríamos alejando de esa época del esplendor romano que rodeó a Trajano. Este es el momento de hablar de Britania.

Porque allí nos vamos. Mientras miles de béticos escuchaban nerviosos el sorteo al mismo tiempo que tenían abiertas siete pestañas de Skyscanner, el de la bolita sacó uno de los peores rivales que nos podía tocar: el Manchester United. Los Red Devils llevan años arrastrándose por los campos europeos sin que Mourinhos, Pogbas, ni Cristianos hayan sido capaces de levantar aquello, pues ha sido bastante que les tocase el Betis para que este año jueguen mejor que el Manchester de Bobby Charlton, George Best y Denis Law. Todo esto, además, ocurre en un momento en el que Fekir ha dicho adiós a la temporada y en el que Canales está de mírame y no me toques, por lo que más de uno y más de dos va a Old Trafford con la idea de plantar el autobús.

Lo cierto es que este Betis siempre juega a ganar, de manera que estamos convencidos de que el Betis se presentará en Manchester con la idea de llevarse el partido. Pero si la cosa se pone peleona, si llega un momento en el que para ganar el partido el equipo no tenga otra que ponerse el mono de trabajo y defender con uñas y dientes, no nos acordaremos de la metáfora de los autobuses plantados entre los tres palos, sino que se nos vendrá a la cabeza Adriano, y no precisamente el brasileño que deslumbró en el Inter.

Y es que, si Trajano fue el primer baetico, Adriano, su sobrino segundo y sucesor, fue tan baetico y tan emperador como él. A la muerte del conquistador de la Dacia, Adriano, también nacido en Itálica, le sucedió en el trono romano, pasando a convertirse en el hombre más poderoso de la tierra y debiendo ocuparse de un problema que llevaba un tiempo resultando un quebradero de cabeza para Roma: la estabilización de Britania. Resulta que los britanos se levantaron contra la presencia del Imperio Romano en el año 119, y Adriano, cansado de ataques constantes a la limes más septentrional del Imperio, decidió levantar un muro que mantuviera a los britanos a raya. Un muro defensivo (fíjense ustedes si estuvo bien montado) cuyos restos siguen presentes por tierras británicas, del mismo modo que los béticos nos seguimos acordado de la defensa Areso y Aedo en aquella Liga de 1935.

Por lo tanto, en el caso de que al Betis no le quede otra que dar bocaos a cualquiera de colorao que se acerque al área, esperemos que Luiz Felipe y Pezzella, o quien quiera que tenga el honor de vestir las trece barras en el Teatro de los Sueños, se acuerde de aquel muro que levantó Adriano para evitar que los bárbaros de Britania arrasasen con la forma de vida romana. Porque el Manchester es un equipo mítico y las fish and chips las come todo dios al otro lado del Canal de la Mancha, pero las pavías de bacalao y el manquepierda como forma de vida tienen que comerle la tostada (con aceite y jamón) a los que se ponen hasta los ojos de beicon y huevos por la mañana.

Cuentan que, en su lecho de muerte, Adriano, que no solo era baetico, sino también bohemio, escribió unos versos en los que se preguntaba dónde moraría su alma:

Pequeña alma, blanca, errante

Huésped y amiga del cuerpo

¿Dónde morarás ahora

Pálida, rígida, desnuda

Incapaz de jugar como antes…?

Pues te lo respondemos nosotros, Adriano. Acabaría morando en Old Trafford, siendo pequeña, verdiblanca y errante, y estando rodeada por las miles de personas que, baeticas como tú, volverán a las tierras britanas para levantar un muro que nos haga quedarnos sin uñas; no por luchar contra los britanos (los hooligan rosados, borrachos y orondos, mejor que se queden en sus casas), sino por vivir otra de esas mañanas de Skyscanner, ilusión y Betis.

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