Por Enrique Roldán Cañizares (@enrolcan) / Ilustración por @Inia_Igal
Cada vez que paso por delante de mis libros de Manuel Chaves Nogales me acuerdo de Robert Jarni. Ante un hecho así, que mi novia puede confirmar fehacientemente, habrá más de uno y más de dos que se pregunten quién es ese tal Chaves Nogales, igual que habrá otros que, a pesar de conocer la obra del periodista sevillano, se cuestionen qué tiene que ver su trabajo con el mejor croata que ha vestido la camiseta del Real Betis Balompié. La clave está en el libro “El maestro Juan Martínez que estaba allí”, para mí, de lo mejor que escribió mi paisano. En este libro se cuentan las peripecias de Juan Martínez y la Sole, dos bailaores flamencos a los que la revolución rusa sorprendió bailando por tientos tangos en Petrogrado. Juan Martínez era de Burgos, pero en la primera descripción del personaje que se puede leer en el libro nos encontramos con que estaba pegado, como Góngora, a una “una nariz desvergonzadamente judía”. Y no falla, cada vez que veo el libro recuerdo aquella nariz escandalosamente semita para acto seguido acordarme de Jarni poniendo un centro exquisito, de esos que parecen guiados por una cuerdecilla, por un láser o incluso por el aleteo de uno de esos gorriones que se están perdiendo por culpa de la invasión de los loros; porque otra cosa no, pero Jarni era tremendamente bueno, y además parecía que tenía pico.
No estoy yo muy puesto en las creencias religiosas de los jugadores de fútbol, pero supongo que Jarni no era judío, y mira que en aquel crisol de culturas que era la Yugoslavia de Tito cualquier cosa era posible. Sin embargo, aunque no hubiese celebrado el Janucá en su vida, compartía con el maestro Juan Martínez la nariz desvergonzadamente judía, de ahí que esa maravilla de libro me retrotraiga, no ya a los recuerdos más felices que tengo del Betis, sino al que fue, con permiso de un fugaz coqueteo con Kowalczyc, mi primer ídolo: Don Robert Jarni.
Porque las cosas como son, el Betis volvió a Primera en el año 94 (curiosamente en Burgos, de donde era Juan Martínez), la temporada siguiente fichó a un polaco con bigote y nombre difícil de pronunciar, y mi yo de 6 años se volvió loco por lo exótico de aquel delantero que resultó ser normalito. Poco después de caer en la cuenta de que el polaco no era mejor que Aquino, ahí andaba yo, huérfano de ídolo futbolístico, hasta que en el verano del año 95 fichamos de la Juventus de Turín a un muchachillo croata con peladito de cacerola y nariz de bailaor de la Rusia soviética. Para ilustrar un poco la película, aunque sea mentalmente, me acuerdo de unas imágenes de Jarni llegando a entrenar junto a Alfonso en uno de sus primeros días en el Betis. En ese vídeo el pobre Don Roberto va sorteando charcos, piedras y agujeros a modo de pequeña yincana antes de ponerse a correr a las órdenes de Serra Ferrer, pero aunque alguien pudiera pensar que dejar Turín por África del Norte era un paso atrás, Jarni estaba curado de espanto, pues se había quitado de en medio cuando Yugoslavia estaba a puntito de reventar como un triquitraque.
La declaración de independencia de Croacia tuvo lugar en junio del 91, aunque no fue efectiva hasta octubre, cuando la patada de Boban ya había dado la vuelta al mundo. Para aquel mes, Jarni había fichado por el Bari, equipo en el que cuajó dos buenas temporadas. De la ciudad que rinde honores a San Nicolás pasó al Torino, donde, tras otro buen año, firmó por la Juventus. Sería de esperar que una nariz como la de Jarni tuviera cosas en común con la de una vechia signora italiana, pero la temporada con los blanquinegros no fue la esperada, y ahí fue donde el Betis aprovechó para fichar al mejor lateral izquierdo que he visto en mi equipo. Y dicho sea de paso, al primer bético en marcar un gol en una fase final de un Mundial, haciendo que esa camiseta croata de cuadros quede para la posteridad verdiblanca. Lopera contó en su día que el Barcelona aprovechó para robarnos a Ángel Cuellar mientras él se encontraba en Turín negociando el fichaje de Jarni, pero qué más da, Angelito quería volar, lo sustituimos con Alfonso y trajimos a Don Roberto.
En el momento en el que vi el primer amistoso de pretemporada, seguramente en Canal Sur, comenzó en mí una lucha que a día de hoy no he sido capaz de ganar: conseguir un poster de Jarni. Tres años estuvo aquí el de Cakovec y tres años me pegué intentando conseguirlo para ponerlo en mi cuarto. Ya lo he contado en otros sitios, pero es que la insistencia de mi abuelo solo fue comparable a la del típico equipo pesado que no para hasta que te marca en el 94. Día tras día, allá que iba mi abuelo para ver si el póster había llegado. Yo iba con él cuando podía, es decir, fines de semana, vacaciones, estos días tontos que uno se hacía el maluscón para no ir al colegio pero ya estaba bueno a las 11… Pero nunca lo conseguimos, se ve que el merchandising de esa época no daba para más, así que si hay algún odioso del fútbol moderno que lo tenga y quiera mandármelo debe saber que mi abuelo, que el Destino lo tenga en su gloria, y yo, terminaríamos de cerrar el círculo que abrimos la primera vez que, con la idea de comprar el póster, sorteamos los mismos charcos, piedras y agujeros que esquivaba Don Roberto aquella mañana que iba camino del entrenamiento.
Creo que recordar los partidos que jugó y los goles que marcó es lo de menos, porque ahí están los vídeos. Más que el recuerdo de goles concretos, que los tengo, me acuerdo de la sensación de tranquilidad que me daba saber que Jarni estaba por una banda, Finidi por la otra y Alfonso arriba. Aun así es imposible que me olvide de aquel gol fantasma que marcó al vecino con 3 a 3 en el marcador y el partido a punto de terminar. El propio Lopera, adelantándose a su tiempo, dijo que hacía falta una tecnología que pudiera determinar si el balón entraba o no, pero el VAR todavía no había llegado para demostrar plenamente la poquísima vergüenza del arbitraje español, por lo que la pelota no rebasó la línea y el Sevilla se fue con un punto que le supo a gloria, porque las cosas como son, ese año pasaron tela de penurias en Nervión. Pero el gol entró, claro que entró. Si lo hubiera tirado Óscar Arpón probablemente habría acabado en los chalets de Heliópolis, pero no fue cosa del futbolista riojano con cara de susto, por eso sé que la pelota entró, porque aquel disparo fue obra del maestro Robert Jarni, que estaba allí.
Un placer regalarte un poster de Jarni, si lo aceptas.
Por otro lado el ilustrador se aprovecha de una fotografía efectuada por un conocido fotógrafo sevillano, los derechos morales e intelectuales de autor se deben de respetar.
Saludos
¡Muchas gracias por el detalle! Sería un verdadero privilegio que podamos recibir ese póster.
Sobre la ilustración, no podemos estar más de acuerdo con usted. En BetisBohemio somos unos convencidos defensores de los derechos de autor de las imágenes, y por eso no solemos publicar nada que no haya sido cedida a nuestra hemeroteca, y si lo hacemos indicando en todo momento su autor. En este caso es obvio y palpable que el diseño está basado en la icónica imagen original, que ha pasado a formar parte del imaginario colectivo de varias generaciones de béticos. Nuestra intención tan solo era hacer un pequeño homenaje a la misma y por supuesto a Robert Jarni. Esperamos que lo comprenda. Un cordial saludo y gracias por seguirnos.
Buenas ,tengo averiado el scanner ,a ver si lo tengo listo para después de reyes ,tienen un correo para enviársela ,como desean la imagen procedente soporte diapositiva color, negativo color, imagen Retrato primer plano, medio ,cuerpo entero ,lance juego encuadrada en el centro o donde jarni es igual a todas las personas mostradas,
Responder una de cada no vale.je je
Saludos