Betis Bohemio

Kiricocho. Qué bueno que viniste.

Por Enrique Roldán Cañizares (@enrolcan) / Ilustración de Paloma Roquero (@palomalr2)

Kiricoho. Argentina lo inventó y Rubén Cousillas, segundo del Ingeniero Pellegrini, lo trajo al Real Betis Balompié. Porque una cosa debe quedar clara: el fútbol fue inventado por los ingleses, pero la magia se la otorgaron los argentinos. El tango, el lunfardo, el asado o el fernet; ¿qué se yo?, que dirían por allá, pero en Argentina el fútbol ha trascendido lo mundano. No se erige como lo más importante de las cosas menos importantes, sino como lo más importante, a secas. Y si no creen que sea así, busquen un país en el que la muerte de un Dios del fútbol de lugar a que se invada la casa de Gobierno al grito de “Maradó”.

Por eso mismo la leyenda de kiricocho no podía haber nacido en otro lugar que no fuese Argentina, y nosotros, los béticos, no somos más que eternos deudores de Cousillas desde aquel primer penalti en el que un “¡Kiricocho!” sonó alto y claro desde la casetilla del entrenador. No recuerdo si funcionó, pero eso es lo de menos. El kiricocho aterrizó en el Betis con la fuerza de un Ciclón (el futbolero sabrá la conexión y el porqué de la mayúscula, y si no, que lea un poco más sobre el equipo del Papa Francisco) y no es cuestión de romper la magia que un día brotó en La Plata.

Y no me estoy refiriendo de una forma simbólica al Río de la Plata, sino a La Plata en sí, la ciudad que, a pocos kilómetros de Buenos Aires, y amparada tras un callejero donde las calles no tienen nombres sino números, da cobijo a uno de los equipos señeros de la villa: Estudiantes de la Plata. El Estudiantes de la Brujita Verón, de Zubeldía y de Salvador Bilardo, quien tiene una gran cuota de responsabilidad en el nacimiento de esta fantasía futbolera. Y es que todo no iba a ser malo en torno al fútbol sevillano y el doctor.

Resulta que Kiricocho era un aficionado del Pincha (nombre con el que se conoce a Estudiantes de la Plata) al que parecía rondarle una maldición. Cada vez que Kiricocho estaba presente, alguna desgracia, normalmente en forma de lesión, tenía lugar. Era evidente que esa situación era insostenible, la mufa (mala suerte) de Kiricocho iba a terminar por dejar el equipo sin jugadores sanos… hasta que llegó Bilardo. El narigón, probablemente el hombre de fútbol con más cábalas, le dio la vuelta al problema y consiguió que la mufa de Kiricocho fuese provechosa para Estudiantes. ¿Qué como lo hizo? Encargando a Kiricocho el recibimiento de todos los equipos rivales. Simple y llanamente una genialidad. Estudiantes terminó conquistando el Torneo Metropolitano de ese año, solo perdiendo un partido contra Boca Juniors, plantel con un equipo de seguridad propia que evitaba que personajes como Kiricocho se acercaran a recibir a los jugadores.

¿Mito o realidad? Prefiero adscribirlo al realismo mágico de García Márquez, para así no hundir la historia en el barro de la realidad ni elevarla a los altares de la mística futbolera. Pero lo cierto es que aquello evolucionó, y el mito de Kiricocho superó al muchacho que traía tan mala suerte, desbordando los confines de la Plata. La contramufa de Kiricocho se expandió por el fútbol argentino, empezando a utilizarse como grito desestabilizador antes del lanzamiento de un penalti. Toda aquella aura de mala suerte que el hincha de la Plata tenía consigo se redirigió a los lanzadores de penas máximas, provocando fallos a lo largo y ancho del planeta fútbol, pues del mismo modo que Kiricoho desbordó La Plata, hizo lo propio con Argentina.

Hemos de decir que ha tardado en llegar más de la cuenta a Heliópolis, pero quizás la culpa sea de los jugadores y entrenadores argentinos que hemos tenido por aquí. ¿Cómo íbamos a disfrutar de éxitos si Griguol y Cúper no creían en el poder de Kiricoho? Hasta el propio Dani, nuestro héroe de la final de Copa, comentó que a lo largo de su etapa en el Cádiz escuchó varias veces cómo Gustavo López gritaba ¡kiricoho! cada vez que se lanzaba un penalti. Es más, Chiellini lo gritó durante las tandas de penaltis que Italia hubo de afrontar durante la pasada Eurocopa.  ¿Cómo podía ser que el Real Betis no contara con la magia de Kiricocho? Que no cunda el pánico, Kiricocho está con nosotros desde la temporada pasada, y el culpable, como ya se ha adelantado al inicio, no es otro que Rubén Cousillas.

Es aquí donde entran en juego más elementos de la magia del fútbol. Cousillas, segundo de Pellegrini desde que este entrenó a San Lorenzo, es uno de los porteros históricos del club de Boedo. ¿De qué color es la camiseta de porteros más bonita que ha dado la historia de San Lorenzo? Verde. ¿Qué dice una de las canciones más entonadas por la Gloriosa Butteler (barra brava de San Lorenzo)? “Por eso te sigo en las buenas y en las malas, ganes o pierdas a mí no me importa nada, porque a pesar de todo lo que hemos pasado, San Lorenzo querido, siempre  estaré a tu lado”. ¿Es casualidad que el buen hombre que nos ha traído el Kiricocho sea un ídolo del equipo que lleva por bandera el manquepierda en las tierras argentinas? No creo que lo sea. Es cosa, sin duda, de la leyenda de Kiricoho.

Por eso debemos estar atentos, más ahora que la vuelta al Villamarín es una realidad. Cada vez que haya un penalti, piensen fuerte en Kiricocho y grítenlo sin miedo. Es cuestión de tiempo que empiece a funcionar. Pero, sobre todo, cuando lo griten no dejen de mirar por el rabillo del ojo a Don Rubén Cousillas, porque estará en el banquillo con la satisfacción de saber que, de su mano, Kiricocho ha llegado para quedarse.

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