Betis Bohemio

Por una causa sagrada que no conocen los polacos: el Real Betis Balompié

Por Enrique Roldán Cañizares / @enrolcan

Estamos a escasas horas de jugar el que, hasta hoy, es el partido más importante de la historia europea del Real Betis Balompié. Nunca el club de las trece barras ha estado tan cerca de clasificarse para una semifinal por el viejo continente, y el destino ha querido que sea un equipo polaco el que se empeñe en despertarnos del sueño europeo. Ya vinieron a nuestra casa con sus colores de inspiración “griffyndoriana” y se llevaron un correctivo que solo los palos salvaron de ser mayor, pero ahora toca devolverles la visita, ganarles y seguir llevando al Betis Alé a otras tierras europeas. Que sea Italia o sea Eslovenia dependerá de lo mucho o poco que paré David de Gea.

Y lo cierto es que los polacos ya estuvieron en España hace más de dos siglos, y no me refiero a los aficionados del Jagiellonia en general ni a los dos ultras que echaron a palos del Benito Villamarín en particular, sino a un buen número de soldados polacos, aquellos que tuvieron a bien enrolarse en las filas del ejército de Napoleón Bonaparte y participar en la invasión de la península ibérica.

Pero para entender qué hacían unos soldados polacos luchando de la mano de los franceses hay que comprender la guarrada que le hicieron a los pobres polacos a finales del siglo XVIII, mucho antes de que Kowalzcyik, su bigote y su afición a beber botellines en los bares de Bami llegaran al mundo. Si bien en el siglo XVI el Reino de Polonia-Lituania se había extendido desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro, el esplendor de la Polonia del siglo XVIII brillaba por su ausencia. Así, en 1772, al Rey Estanislao II no le quedó otra que aceptar el reparto de una parte de los territorios polacos entre Rusia, Prusia y Austria, las tres grandes potencias que rodeaban al país. No contentos con dicho reparto, 20 años más tarde, y a raíz de la aprobación de una Constitución que instauraba una Monarquía Parlamentaria Liberal, rusos, prusianos y austriacos volvieron a atacar Polonia para, una vez más, robarle territorios, además de por supuesto cortarle el rollo liberal. Finalmente, cuando en 1794 el patriota polaco Tadeuz Kosciusko llevó a cabo un alzamiento nacional y estableció una alianza con la República Francesa, rusos y prusianos asediaron Varsovia, se llevaron por delante por delante a 20.000 polacos, y poco después de un año hicieron que Polonia desapareciera de forma definitiva al repartir nuevamente las tierras que le quedaban.

Hasta aquí alguien podría preguntarse qué tiene que ver este jaleo en Polonia, no ya con el Betis, sino con que soldados polacos acabaran en España. Pues tiene que ver el hecho de que fuese en este contexto cuando antiguos soldados polacos emigraron hacia la Italia controlada por Francia e incluso hacia el propio país galo, ofreciéndose a luchar del lado de la República Francesa. Napoleón vio el potencial de los combatientes polacos y fue así como decidió crear las conocidas como Legiones Polacas, las cuales acompañaron en sus desvelos expansionistas al emperador más chiquitito que ha dado la historia. El sometimiento a Napoleón tuvo lugar con la idea de que este les ayudara a reconstituir Polonia, pero lo cierto es que el corso no fue más allá de la creación de un pequeño Estado en 1807, el Ducado de Varsovia, el cual, estando tutelado por Francia, no ocupaba más de un 25% de lo que abarcaba el Reino de Polonia antes del reparto de 1795. A raíz de la creación del Ducado, las legiones polacas se reorganizaron en torno al ejército nacional de este, pero eso no significó que se quedaran quietecitas, imaginando cómo sería un futuro en el que los aficionados del Legia fuesen los más pesados del mundo entero, sino que siguieron ayudando a Napoleón en sus guerras de conquista. Y fue así como terminaron en España, concretamente entre los años 1809 y 1812, cuando cogieron el caminito y se fueron por donde vinieron.

Es conocido que la ocupación francesa de España ocurrió a raíz del Tratado de Fointeneblau. Nos vendieron la moto de que iban a pasar por aquí para conquistar Portugal y, cuando nos quisimos dar cuenta, nos la metieron hasta el corvejón. En este contexto de invasión, además de los soldados franceses que vinieron con la idea de robar todas las obras de arte que les diera tiempo, Napoleón envió a España cerca de 20.000 polacos, participando en batallas importantes de la guerra como fueron los Sitios de Zaragoza, las Batallas de Fuengirola o la Albuera y, por supuesto, la Batalla de Somosierra, en la que tuvo lugar la célebre carga de caballería polaca que consiguió romper las defensas y abrir las puertas de la conquista de Madrid. No obstante, a raíz de que Napoleón comenzase la invasión de Rusia, los polacos se retiraron de España a inicios de 1812 para ayudar en la lucha contra uno de los enemigos que habían robado sus tierras hasta en tres ocasiones. Una vez que se fueron los polacos, aquí aprobamos la Pepa y empezamos a expulsar a los franceses más allá de los Pirineos.

Se pueden rastrear muchas cosas en común entre todas las batallas que he mencionado, pero una destaca sobre las demás: ninguna tuvo lugar en Sevilla. Y es que los polacos salieron victoriosos de las batallas en las que tomaron parte, pero eso seguramente fue porque no se cruzaron con ninguno de esos sevillanos cuyos descendientes se terminarían convirtiendo en seguidores del Real Betis Balompié. Uno de los soldados que participó en la carga de caballería de la batalla de Somosierra dijo que los españoles “luchaban por una causa sagrada” (en referencia a la independencia) y que “cada uno de ellos, aunque estuviera herido, o descabalgado, se defendía en pie hasta el último golpe”. Sobre los sevillanos no dijo nada porque no se cruzó con ninguno, pero me ha recordado a la familia de Byalistok que me encontré en mitad de la Palmera al día siguiente del partido de ida. Me dijeron que tenían dos cosas claras: que en Sevilla había muy buen sol y que llevaban viajando toda la Conference con el Jagiellonia de su alma y que no habían visto una afición como la del Betis.

En definitiva, como béticos y representantes de Sevilla ya hemos hecho lo que ningún español pudo hacer durante la Guerra de Independencia: vencer a los polacos en nuestra casa. Ahora ya solo queda rematar la faena, visitarlos en sus tierras y darles la puntilla para que no se les vuelva a ocurrir volver por España, no ya para invadir nada, sino para poner en entredicho que esta Conference League es nuestra. Porque lo es, y por eso volveremos a Polonia dentro de un mes y pico, para volver a recordarles, no ya que Europa es verdiblanca, sino que, al igual que aquellos españoles de principios del siglo XIX, nosotros también luchamos por una causa sagrada, aunque en este caso sea el Real Betis Balompié.

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