Me enfrentaba al papel en blanco para intentar transmitir por escrito por qué el Betis es la vida misma, y como es necesario el barro para entenderla. Y buceando en los recuerdos de mi niñez encontré en un rincón de la memoria, la temporada 2009-10, quizás la que más aprendí del credo verdiblanco, quizás la que más aprendí de la vida.
Este al que leen vino al mundo en septiembre de 1996, época gloriosa del club. Mis primeros recuerdos, sin embargo, eran de un año que caminamos al descenso (2000) y la posterior resurrección (2001). Aunque siempre fui consciente de que había vivido en segunda a mi equipo, fui muy duro ser más mayor cuando me tocó vivirlo de nuevo en 2009.
Cuando todo el mundo piensa en ese descenso, piensa en el Valladolid; yo recuerdo al Córdoba, el primer partido en la categoría de plata. Era agosto, el sol brillaba con menos fuerza en Heliópolis. Había vivido lo que era ganar una Copa del Rey. Sabía lo que era ver en mi estadio a Real Madrid, Barcelona, Chelsea, Liverpool, Anderlecht, étc y ahora miraba incrédulo el calendario sabiendo que tocaban Cartagena, Real Unión o Girona. Era muy duro, y aunque llevaba todo el verano siendo consciente de que no estaríamos en primera, hasta que no me vi allí no te lo crees. Del mismo modo que cuando alguien se va de tu vida, hasta que no vuelves a los lugares que compartiste con esa persona, no te das cuenta de verdad que ya nada será como antes.
La temporada tuvo mil momentos para olvidar y mil anécdotas para recordar. Tengo grabadas a sangre y fuego tardes de barro, de dolor y pena. Un empate en los minutos finales ante el Irún, una goleada del Elche o las lágrimas de Salamanca que prácticamente certificaban que íbamos a seguir un año más en el infierno. Cuando piensas que no puedes caer más bajo y que del suelo solo cabe ir hacia arriba, la vida te da una torta de realidad.
Pero al contrario de lo que pueden muchos pensar, ese barro fue como un tratamiento rejuvenecedor, no para mi piel, sino para mi alma. Ese año me di cuenta que la herencia que me habían transmitido mis mayores sería el pilar fundamental del resto de mis días. Agarrando mi bufanda me prometí estar con el Betis en salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la cima y en la sima. Pasé un trance, una experiencia vital de la que pude haber dejado al Betis para siempre, pero decidí justamente lo contrario. El corazón manda por encima de la razón. Ganar, ganar y volver a ganar es lo que quiero y por lo que lucho, pero si es perder, perder y perder, el amor al escudo no descenderá un ápice.
Todos hemos pasado por situaciones límite que nos han hecho ver algunas cosas de forma distinta. En 2009-10 el Betis me dio un tratamiento de barro que me transformó para siempre. Ojalá que las próximas generaciones, cuando les toque, sufran sesiones de fango más leves, pero en el fútbol cuando te toca sufrir y aún así no reniegas de nada, es cuando aprendes que el juego no es lo importante, lo importante es el Betis y el Betis es la vida misma.
Y como la vida misma, hablo en nombre de muchos románticos cuando digo que queremos realidad. Avanzar o retroceder por tus méritos, no sufrir techos de hormigón creados por élites cerradas. Por todo lo vivido y por todo lo que nos queda por vivir, no a la Superliga.
Que buena historia!
Me has inspirado a escribir la mia propia, soy un bètico del universo que no veo a mi equipo desde el 2005 que mi familia decidio emigrar, pero los sigo sin perderme un partido desde este lado del globo con la esperanza de volver a ver el sol de la tierra que me vio nacer!
Saludos, musho betis y olè!
Hola Mike! Pues es un auténtico placer que te hayamos inspirado para contar tu historia. Ha pasado ya mucho tiempo desde aquel bonito año de 2005, así que estás tardando demasiado en volver al Villamarín. Quizás, el día que lo hagas, querrás contarnos tu vivencia por aquí.
¡Saludos verdiblancos y musho Betis!