Por Enrique Roldán Cañizares (@enrolcan) / Ilustración por José Arquer (@arquerito95)
¡Qué bonitos, qué bonitos, son los goles de Alfonsito! ¡Qué bonitos, qué bonitos, son los goles de Alfonsito…! Y así sucesivamente, hasta los 69 tantos que Alfonso Pérez Muñoz marcó con la camiseta del Real Betis Balompié. Y es que solo una afición como la verdiblanca podía trocar la canción del Quinto Regimiento en el himno de un delantero, al igual que solo una ciudad como Sevilla podía convertirse en la casa de un madrileño que, pese a las lágrimas en su despedida de la casa blanca, encontró en la otrora Híspalis un nicho en el que convertirse en uno de los mejores delanteros de La Liga.
Los más jóvenes quizás no lo recuerden, pero Alfonso llegó cedido al Betis el mismo año en el que fichamos al maestro Robert Jarni. Fue una temporada en la que empezaron a asentarse las bases de uno de los mejores Betis que han visto mis ojos, si no el mejor, con permiso de la segunda etapa de Serra Ferrer y del actual Betis de Pellegrini, con sus planes, cábalas y kiricochos. Las buenas prestaciones de aquella temporada sirvieron para que el Betis se hiciera con la propiedad de Alfonso en el curso siguiente, cuando además llegó Finidi George, formándose un tridente de ataque que provocó, entre otras cosas, que Alfonso se convirtiera en el segundo máximo goleador del campeonato (solo por detrás de Ronaldo) con 25 goles.
San Roberto (Jarni), San Jorge (Finidi) y San Alfonso. Buena parte de la corte celestial decidió poner los pies en tierra santa verdiblanca para que, guiados por las botas blancas de Alfonsito, el Betis volara sobre los terrenos de juego. Final de Copa, UEFA, Recopa… todas las competiciones fueron tremendos escaparates para demostrar el poderío del Betis noventero y, por qué no decirlo, para que los niños nos volviésemos locos con las botas blancas de nuestro delantero fetiche. En una época en la que tanto las botas de los jugadores como las ropas de los árbitros eran negras como el tizón, el delantero del Betis, técnico, grácil y repleto de pulseras de cuero a partes iguales, marcaba el camino con sus botas blancas. Que vengan Cristiano Ronaldo, Neymar y sus botas de colorines a sacarla del ángulo, porque Alfonso estuvo ahí primero.
No obstante, uno de los grandes peros de aquel Betis que deslumbró en los 90 fue su desintegración sin haber conquistado ningún título. Se rozó en la madrileña noche de Copa contra el Barcelona, pero aquella gesta, en realidad, no fue sino el principio del fin, pues el Betis inició un camino descendente que provocó que pocos años después diera con sus huesos en el infierno de la Segunda División. Fue en ese momento cuando los corazones de miles de béticos se rompieron al escuchar la noticia que nadie quería creer: Alfonso abandonaba el barco y se marchaba al Barcelona. Jarni había puesto rumbo al Real Madrid la temporada anterior, mientras que la Sombra Juguetona y el Mago de las Botas Blancas, que estuvieron presentes en el doloroso descenso frente al equipo merengue, dejaban a un equipo que se hundía en Segunda.
Pero el Betis volvió, porque siempre vuelve, y Alfonso hizo lo propio. La cosa no cuajó para él ni en la Ciudad Condal ni en Marsella, donde también tuvo un fugaz paso, de manera que terminó regresando a Heliópolis. Dice Sabina “que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, pero Alfonso volvió al Betis para sentirse futbolista nuevamente, y aquí pudo serlo. Claro que sí, incluso formando parte del equipo que conquistó la Copa del Rey del año 2005. De hecho, valga esta fecha para recordar un pequeño detalle personal que creo que funcionó como una premonición de lo que estaba por venir.
Sinceramente, no recuerdo el año exacto. Diría que esto que voy a contar ocurrió tras un partido contra el Málaga en el que Alfonso marcó un golazo de los que te firmaba Maradona. No me acuerdo con exactitud, me lo pasé muy bien en mi veintena y hay cosas que me flotan en la nebulosa del olvido, pero seguro que algún lector bético bohemio podrá ayudarme a recordar. Como iba diciendo, Alfonso hizo muy buen partido, volviendo a recordar a aquel delantero que levantaba del asiento a todo el Villamarín con solo un recorte, y mi yo de 13 años (aproximadamente) vio como una idea maravillosa el preparar una pancarta para el siguiente partido en casa.
Convencí a un par de amigos de que aquella pancarta iba a ser un pelotazo, pero necesitábamos un gancho que la hiciese única. El señor de los anillos, con Frodo, Sauron y toda la trupe, llevaba años camino de Mordor, de manera que el estreno de El retorno del Rey coincidió con aquel golazo de Alfonso. Me la dejaron botando, la verdad sea dicha. Así que compramos una tela enorme, la colocamos en el suelo del campo de futbito (ni fútbol sala, ni fútbol 5) de mi barrio y dejamos fluir nuestra limitada imaginación: ALFONSO, EL RETORNO DEL REY. Este fue el grandilocuente y original mensaje que lanzamos a Sevilla aquel día. Además, como el partido lo televisaban por Canal +, quisimos asegurarnos de que la idea llegara a España entera, por lo que lo adornamos con un “Robinson, sácanos en el +”. Desconozco si el gran Michael Robinson, que en paz descanse, vio aquel mensaje, pero lo cierto es que las cámaras de televisión lo grabaron y a España entera le quedó claro que el Rey del Betis estaba de vuelta.
Tampoco sé si Alfonso llegó a ver aquella pancarta. Lo dudo muchísimo, porque la colgamos en el Segundo Anfiteatro de Fondo y el getafense habría necesitado lentillas. Pero yo sí tuve la suerte de verlo jugar, tanto en esos años en los que estuvo escoltado por Jarni y Finidi como en su segunda etapa, en la cual, más allá de volver como el Rey que había sido, fue capaz de provocar que, una buena tarde tarde, Bogarde cayera en el área como un auténtico saco de papas, algo que no era tarea fácil. Alfonso ha sido uno de los grandes delanteros que ha vestido la camiseta de las 13 barras, no en vano, es el sexto goleador histórico del Real Betis. Por eso se hacía más que necesario este recuerdo del hombre que hizo que nos abrazáramos innumerables veces al bético que tuviésemos más cerca, sin importar que no lo conociésemos de nada. Por eso mismo es un mago, no tanto por los goles, que también, sino por lo que fue capaz de generar en el beticismo. Esa es la razón por la que, hasta el final de nuestros días, Don Alfonso Pérez Muñoz será el Mago de las Botas Blancas.