Betis Bohemio

Carlos V habría sido más del Betis que del Gante

 Por Enrique Roldán Cañizares / @enrolcan

Es posible que si Andrés Luque se encontrara con esta frase dijera que “se trata, irremediablemente, de un exceso” (o de un “eseso”, como dirían él y otros tantos sevillanos). Pero puestos a hacer historia-ficción, que no se aleja mucho de la ciencia ficción que hacemos los béticos cuando, tras ganar un partido, nos vemos levantando cualquier trofeo que nos pongan por delante, yo creo que relacionar a Carlos de Habsburgo con el Real Betis Balompié, no es ni mucho menos descabellado.

Y mira que Carlos V nació precisamente en Gante. De hecho, tras la romería de la semana pasada a la ciudad belga me duele enormemente no haber visto ninguna foto de la estatua de este buen hombre con una bufanda del Betis al cuello. Pero bueno, también entiendo que demasiado tuvieron los béticos con intentar probar todas las cervezas que tienen en aquel bendito (por cervecero) país. Como digo, Carlos V nació en Gante, cuando aquello era el Condado de Flandes, y lo hizo, sin duda, en un ambiente festivo.

Su madre, que era Juana I de Castilla (la cual ha pasado a la historia como Juana La Loca), estaba en la celebración de un baile en la llamada Casa del Príncipe de Gante, sin duda alguna, anticipando en el tiempo a todas las béticas que se dieron sus bailoteos por las discotecas belgas la noche antes del partido. Y en medio de tanto baile, comenzó a tener unos fuertes dolores que resultaron ser contracciones. Aquello se tradujo en el nacimiento de Carlos V en medio de un baile, otro anticipo, sin duda, del baile que le dio el Betis al Gante el otro día en el Ghelamco Arena.

Es cierto que el partido del Betis contra el Gante no fue la primera vez en la que nos tuvimos que jugar las papas con un equipo de Bélgica. La primera vez que nos enfrentamos con un club belga fue en agosto de 1964 a raíz de una gira europea que hizo el Betis. En aquella ocasión fuimos a Nivelles, un pueblecito cerca de Bruselas, y jugamos un partido contra el Anderlecht en el que perdimos por 3 a 1. En 1978, en el contexto de las semifinales de un Trofeo Ciudad de Sevilla, empatamos a cero con el Standard de Lieja, aunque es verdad que pasamos a la final gracias al papel de Esnaola en la tanda de penaltis.

Al año siguiente, esta vez en las semifinales del Trofeo Colombino, perdimos 3 a 1 con el Beveren; y nuevamente un año más tarde tuvimos la oportunidad de volver a jugar contra ellos en el Trofeo Ciudad de Cáceres, cuando empatamos a uno y terminamos ganando en penaltis. Ya en la década de los 90, y con la perspectiva de que los equipos belgas no se nos daban muy bien, jugamos contra la Union Royal Louvieroise en el contexto de la pretemporada que el Betis hizo en la localidad holandesa de Noordwijkerhout en 1995, donde por fin ganamos 2 a 1. Y finalmente durante la disputa de la Liga de Campeones de 2005 jugamos el primer partido oficial contra un equipo belga, quedando en el recuerdo aquella victoria por 0 a 1 frente al Anderlecht en la que Joaquín jugó de media punta y se marcó un partidazo tremendo. Es cierto que, en la vuelta, ya con el Betis eliminado de la Champions, perdimos también por 0 a 1. Pero bueno, tampoco es plan de regodearse en lo malo.

Solo con los datos de estos partidos, donde lo único que se puede destacar es el partido que jugamos hace ya algún que otro año en casa del Anderlecht, basta para que nos demos cuenta de que el mejor partido que el Betis se ha marcado con un equipo belga fue el de la semana pasada. Sin embargo, eso no sirve para justificar que Carlos V habría sido del Betis. ¿Qué es lo que hace falta? Algo tan grande como una boda.

Y es que Carlos V, por mucho que naciese allí arriba, no se casó ni en Gante, ni en Bruselas, ni en Amberes, sino que se casó en Sevilla. El 11 de marzo de 1526 el Real Alcázar de Sevilla fue testigo de la boda de Carlos V con su prima Isabel de Portugal, la cual entró en Sevilla por la puerta de la Macarena montada en un caballo, sin que todavía le hubiese puesto cara a Carlos V, por muy primo suyo que fuese. Por lo tanto, y aquí viene la historia ficción, ¿a qué equipo habría apoyado Carlos V? ¿Al de la ciudad fría y húmeda que le vio nacer, o al de la capital del mundo, calentita y agradable, que le vio casarse? Pues es evidente que Carlos V habría sido del Real Betis Balompié.

Y como la historia es caprichosa, nos encontramos con que uno de los hijos fruto de aquel matrimonio fue Felipe II, quien terminaría sucediéndolo en el trono. Felipe II estuvo en guerra con los ingleses durante prácticamente todo su reinado, aunque la aventura de “La Grande y Felicísima Armada” no terminó tan bien como esperaba. Pero igualmente, Felipe II se convirtió en Rey de Portugal, un movimiento político que sí que salió perfectamente. Pues bien, en el caso de que no la liemos parda en el partido de vuelta, o nos vamos a Portugal, o nos vamos a Inglaterra. Y lo haremos, si toca viaje al país vecino, con el recuerdo de un Felipe II que señoreó aquello, y si toca viaje a la pérfida Albión, con la esperanza de que no haya tormenta y que, esta vez, “La Grande y Felicísima Armada Bética”, conquiste Inglaterra.

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