Por Javier Guerrero @BetisShirts
Aún sin terminar la temporada pasada, recibíamos la noticia de que el Gran Derbi, el derbi sevillano, el Betis – Sevilla, tendría un nuevo capítulo en México. Desde que la disputa de este “””amistoso””” (valgan tantas comillas para enfatizar la ironía), fue confirmada, sentí la necesidad de reflexionar sobre este asunto. Porque nuestra rivalidad no es una cuestión baladí y, ya que vamos a venderla, lo mínimo es pensar en las posibles consecuencias. Así que ahí estaba yo, con el papel en blanco y frustrado porque no era capaz de arrancarme a escribir hasta que leí en el Nuevo Colombino una pancarta de Gol Sur 1907 que rezaba “No al derbi en México” y en mi cabeza sonó el clic necesario para lanzarme a divagar en estas líneas.
“No al derbi en México” fundamentalmente porque el derbi pertenece a las aficiones de Betis y Sevilla y son ellas las que lo hacen grande, único y distinto. Hay que ser honestos y reconocer que, futbolísticamente hablando, la gran mayoría de los enfrentamientos no han sido precisamente como ver al Barcelona de Guardiola enfrentarse a al Milan de Sacchi. No, los derbis son partidos en los que se enfrentan dos formas de ver, sentir y ser Sevilla tan contrapuestas como el agua y el aceite. Chocan dos formas de ser, de estar y de comportarse que se plasman en el día a día de la ciudad, en colegios, bares y en el trabajo; y que tiene su cénit el día del partido en las gradas de Heliópolis o de Nervión. Porque sí, cuando fuera de las fronteras de la capital del mundo preguntan por nuestro derbi, lo hacen por la pasión del mismo, no porque tengamos una tradición panenkita de jugar ambos con falsos nueves. Y sí, la gente de la ciudad, o de los equipos de la ciudad, es lo capital aquí. Ya está bien de no hacerles caso. Hemos tragado con miles de prohibiciones a la hora de tifar y animar en ambos campos. Soportamos cacheos infames y, para colmo, tenemos que ver cómo año tras año se dan menos entradas visitantes, haciendo los partidos más lighten las tribunas. Si su gente es la que le otorga esta idiosincrasia única, ¿qué sentido tiene disputarlo sin su gente y a las tantas de la madrugada de un día laborable? ¿Económico? Seguro que alguno lo dice, ahí responderé de nuevo “No al derbi en México”.
“No al derbi en México” por dinero, tampoco por el maldito dinero. Ya sé cual es la situación de los dos equipos y que nunca están de más unos ingresos extra, pero creo que el fútbol ha entrado en una deriva mercantilista que debemos frenar de una santa vez, porque al igual que las grandes empresas se preocupan por el RSC (Responsabilidad Social Corporativa) del entorno de su compañía para que esta sea sostenible en el tiempo, el mercadeo del fútbol acaba degenerando el producto y las consecuencias a largo plazo pueden ser terribles. Ambos, tanto Betis como Sevilla, han tragado. Y digo tragado y callado, cual meretriz antigua, con aquello de jugar una Supercopa de España en ciudades tan cercanas y españolas como Riad y Tánger, una en Arabia Saudí y otra en Marruecos. Lo terrible de esto es ver cómo, ante la posibilidad de un título, te alejan a tu equipo y se lo llevan a aquellos lugares donde los derechos humanos se respetan entre cero y menos uno, a la par que aquí te cacarean valores contra el racismo, la homofobia y te silencian y denuncian cánticos tan antiguos como la propia rivalidad. A lo mejor sueno alarmista, pero veo en este “derbi” el caballo de Troya para que un día juguemos en Miami, Míchigan o Dakota del Norte uno oficial. Porque esto no es un Ciudad de Sevilla que te venías de la playa a ver el derbi o a ver equipos imposibles de ver de otra forma en esos tiempos como Peñarol o Independiente. No, esto es puro negocio.
Y más allá del trapicheo futbolístico, como sevillanos que somos, ¿no nos cansamos de prostituir constantemente nuestra ciudad? Hemos perdido el centro para regalarlo a los turistas, hemos perdido nuestros bares y nuestra forma de reunirnos en torno a ellos, de pie, en la calle y con una cerveza bien fría. Hemos tragado una y otra vez con que desde 1992 en esta puta ciudad no invierta ningún gobierno, sean rojos o azules, sean autonómicos o nacionales, mientras tienes que oír al resto de Andalucía hablando de centralismo hacia Sevilla. Te tienes que reír. Aguantamos que no puedas comprar una botella de agua viendo una cofradía en Semana Santa, una simple botella de agua, mientras que cuando llega el “Iconica Fest” o la Final de Copa, te invaden las calles y cualquiera puede incumplir las arbitrarias multas con las que nos someten a los lugareños día a día. Si hasta nos han quitados las previas a béticos y sevillistas, y paro de contar que me enciendo. Y ante todo esto silencio y más silencio e incluso alguno dirá que hay que ver que con la de problemas que tiene la ciudad, no habrá cosas más importantes a defender. Pues mire, a mí modo de ver y entender mi ciudad, hay pocas cosas más sevillanas que el derbi, porque el fútbol aquí es como es y se vive como se vive por una sencilla razón, la dualidad, cualidad innata del sevillano desde los tiempos de Trajano.
No hay nada más sevillano que ser estanco y hermético rival de otro sevillano por una cuestión local. Sevilla siempre se dividió entre Triana y Sevilla, entre sus dos Esperanzas o entre Joselito el Gallo y Belmonte, y ahora lo hace fratricidamente entre sus dos equipos. Y así debe seguir siendo. Decía Chaves Nogales, precisamente en su libro Juan Belmonte, matador de toros, que “Sevilla, aunque parezca inexplicable, es así: una ciudad hermética, dividida en sectores aislados, que son como compartimientos estancos. Por lo mismo que la vida de relación es allí más íntima y cordial, los diversos núcleos sociales, las tertulias, los grupos, las familias, las clases, están más herméticamente cerrados, son más inabordables que en ninguna otra parte. En Sevilla, de una esquina a otra hay un mundo distinto. Y hostil a lo que le rodea.” Y hostil debe seguir siendo, porque el otro es el enemigo, es el que representa los valores que detestas, la forma de ser que te produce el máximo de los rechazos y con el otro lo único que tienes en común es la rivalidad. Y esa rivalidad, que tiene más de 110 años, que no detuvo ni la Guerra Civil, que se ha disputado desde campeonatos regionales hasta en Europa y que ha vivido todo tipo de tiempos sociales y políticos, esa rivalidad heredada de nuestros padres, nos guste o no, es la que mantiene a nuestra ciudad como un reducto, como una aldea gala ante el catetismo de Madrid y Barcelona que tantísimo daño ha hecho al fútbol nacional. Así que, por favor, tengamos conciencia de lo que es y lo que representa y no mercadeemos con ella. No al derbi en México.