Betis Bohemio

Reflexiones sobre Wroclaw y el futuro

Por Javier Guerrero / @BetisShirts

Apenas una semana después de uno de los partidos de nuestra vida, uno sigue reflexionando sobre cada detalle de la final, a la par que lo hace sobre el presente y el futuro que nos viene. Conforme van pasando los días, mi cabeza salta de lo racional a lo emocional en una montaña rusa de recuerdos y deseos en los que ni cabeza ni corazón se imponen la una al otro de una forma definitiva. Por eso, casi a modo de terapia personal, voy a intentar dejar por escrito todo lo que tengo dentro de mí tras días tan intensos.

Lo primero es lo primero, y me quiero parar en lo meramente deportivo. Es tan verdad que hemos perdido una final europea con contundencia (más en el marcador que en el juego) como que el año ha sido de sobresaliente o de notable muy alto. Afortunadamente no he escuchado a nadie decir que para perder así ante el Chelsea, mejor haber caído en octavos. Y digo afortunadamente porque la andadura europea de este curso ha servido para quitarnos muchos complejos a nivel de club. El Betis, por fin, ha demostrado cuál es su nivel real en el viejo continente. Ese nivel que le da de sobra para liquidar a rivales de la talla de Gante, Guimaraes y Jagiellonia, ese nivel que le da para competir y derrotar merecidamente en buena lid a la Fiorentina y ese nivel que no le alcanza por dinero, físico y calidad para ganarle a todo un Chelsea. Y más a este. No se trata de lo que pese un escudo ni de historia, se trata de nivel actual de las plantillas. Y sinceramente, mostrarnos así era lo que queríamos la grandísima mayoría de la afición. Competir y superar a aquellos a los que sabíamos que podíamos perfectamente apear. 

Estábamos hartos de caer con el Dinamo de Zagreb o perder contra el Mlada Boleslav y estábamos hartos porque sabíamos que el Betis daba para más, para mucho más. Este año era una obligación absoluta llegar a las semifinales de la Conference, y lo era desde que se conocía el formato dónde, si hubiéramos hecho lo que debíamos en la fase de liga, no habríamos necesitado de ese sorteo de cuadro que, por una vez, nos sonrió allanando nuestro camino hasta semifinales. El equipo a un gran nivel competitivo, la directiva mejorando su política de entradas y apoyando iniciativas de la grada y dando colorido a las mismas y, por supuesto, la afición, han dado buena cuenta del potencial que tenemos y de cómo estamos en un momento de auge. La final ha servido para pagar ya una novatada en este tipo de citas. Ha servido para (como hinchada) demostrar que somos los mejores, se ha viajado, tifado y animado a un altísimo nivel durante toda la competición con la guinda de casi cuatro horas en el Tarczyński Arena que serán recordadas en Europa por los siglos de los siglos y que nos han hecho entrar en una nueva dimensión. 

No paro de leer comentarios de polacos, ingleses y resto de europeos alucinando con el tifo, los cánticos y como nos quedamos juntos jugadores y aficion tras la derrota. Imágenes para la posteridad con ese “Yo te quiero Real Betis” que firmarían las mejores gradas del mundo, ese “No busco gloria perecedera, sino la de tu nombre” en la que no cabe más Sevilla y más Real Betis Balompié (que es los mismo a fin de cuentas). La final ha servido para redimensionar el manquepierda y no creo que esto sea una cuestión baladí. Al término del partido un niño de unos ocho años que estaba a unos asientos de mí rompía a llorar mientras cantaba “Betis, Betis”. Las lágrimas de ese niño provocaron que saltaran las mías, pero lo miré y pensé que con su edad yo lloraba porque el cabrón de Albert Luque nos marcaba un gol que nos ponía la cosa chunga para la última jornada contra el Valladolid o lloraba por no pasar del empate en Salamanca y saber que el ascenso era un quimera y que volvería a ver a mi equipo jugar en Segunda otro año más. Del mismo modo salí y me fui encontrando a amigos y familiares con los que me abrazaba. Vi a varios de mis colegas que no tuvieron la suerte que tuve que yo con que mi padre me pagara religiosamente el carnet en cada año malo, permitiendo así vivir años que forjaron mi fe irreductible en las trece barras.

Sobre algunos de ellos, injustamente, muchas veces había pensado que no habían sufrido lo que yo para querer al Betis. Hasta de mi propio hermano menor, que por edad es socio desde el último año de segunda, había creído siempre que aunque sé que es bético, no podía sentir lo mismo con ciertas cosas porque, al fin y al cabo, yo llevaba más heridas en el alma. Y sí, hace quince años éramos 30.000 y ahora somos 50.000 abonados y casi 90.000 socios, y por mucho que los que estábamos hace quince años inculquemos lo que vivimos, hasta que uno no siente cosas como la del otro día, no entiende a la perfección ciertas lecciones de vida que el Betis te da. El Manquepierda ha entrado en una nueva dimensión, o ha recuperado la dimensión que tuvo en aquella noche aciaga de Madrid en junio de 1997, pero en cualquier caso es mucho más bonito aprender el verdadero significado perdiendo una final europea con el Chelsea que viendo como te empata en tu casa el Real Unión de Irún (con todos mis respetos, que tiene un palmarés e historias envidiables, pero aquel 1-1 de la 2009/10 lo tengo como unos de los grandes traumas de mi vida futbolística).

¿Y ahora qué? ¿Qué toca ahora, Betis? Pues lógicamente no tengo una bola de cristal, pero si se hacen las cosas como se tienen que hacer, vendrán años buenos. Se barrunta una nueva renovación de Pellegrini, y sea la que sea, corta me parecerá. El día que falte, veremos a ver qué es del Betis, que no digo que vaya a ser un desastre ni algo catastrófico, pero tampoco tengo ningún tipo de prisa en averiguarlo ni vivirlo. En cuanto a la plantilla, creo que las carencias son más que evidentes, y si las ve usted y las veo yo, es imposible que gente de fútbol como Fajardo o Ladrón de Guevara no las vean. Algunas son fácilmente subsanables y con reforzar determinadas posiciones es prácticamente imposible que empeoren lo que hay. Otras son más complejas, al equipo le falta físico y músculo y no es tan sencillo (ni barato) de traer. Y luego hay otras posiciones que han funcionado pero faltan efectivos, como pueden ser los centrales. Esperamos que se acierte en las llegadas y se dé ese salto que no dio el club ni en 2005 ni en 2022. En cualquier caso, hay que ir a por más, con ambición. Si bien el nivel medio de esta edición de la UEFA es bastante superior al de la pasada Conference, no hay ni un solo equipo mejor, ni siquiera similar al Chelsea. Así que a competir con humildad y a creérselo desde el minuto primero de la fase liga. 

En cuanto a la Copa, a soñarla, como todos los años, que con un poco de suerte suena la flauta y te plantas en cuartos sin hacer mucho. Ya toca. Y, por supuesto, a lo fundamental, a volver a clasificarnos a Europa. Por mucho que este año haya sido sobresaliente, no hemos de olvidar que venimos de una ampliación de capital de 45 millones de euros para evitar una causa de disolución, y de eso hace solo un año. Tampoco podemos dejar pasar por alto que vamos a entrar en una obra de un nuevo estadio presupuestado ya en 125 millones de euros, así que se antoja crucial para la viabilidad y futuro del club el seguir repitiendo clasificaciones europeas.

Y en cuanto al estadio. Solo pido al club, por favor, que no lo convierta en un centro comercial ni en un nuevo Bernabéu. Por favor. La directiva, a la que tantas veces he criticado por ataques y dejadez al socio del club, ha estado inconmensurable en las eliminatorias, en el derbi y en muchos momentos de este final de temporada, dando facilidades y apoyo a iniciativas de cara a que el Villamarín haya sido una caldera. Desde la motivación a los suyos por redes sociales como dando color a las gradas de nuestra casa, Florencia o Wroclaw con banderas. Todo esto ha sumado y ha activado mucho más a la gente, que debe mantener el nivel en la Cartuja para que el exilio, a nivel sentimental, sea lo más leve posible. Ahí está lo que pasa cuando vamos todos a una en pos de la hinchada más popular del sur de España y de Europa, que somos referencia del país y del continente.

Y sí, referentes, a boca llena lo digo por más que alguno se ría o eche espuma por la boca. Supongo que si alguno le molesta será porque es de esos que han tirado cohetes y petardos por nuestra derrota y han salido hasta a pitar con su coche. ¡Cohetes y pitos! Qué ridículo. Supongo que esos serán los mismos o los hijos de esos mismos que en 1998, pudriéndose en segunda división, cantaron “Chelsea, Chelsea” en su estadio cuando los blues nos apearon de la Recopa de Europa. Hay cosas que no cambian con los años por más supuesta grandeza que intenten vendernos. Y sí, no somos campeones de Europa, pero estoy en la orilla correcta de la ciudad de Sevilla, no como esos que han estado años y años hablándonos de criaturismo, de follar con la pollas de otro, de qué podemos y no podemos celebrar y demás ordinarieces y gansadas dignas de una afición que reniega de sus fundadores. Esos que se han reído de nuestras “finales” por la permanencia. Esos, en definitiva, a los que jamás hay que aceptarles que, con aires de superioridad moral, vengan a dar lecciones a nuestra casa cuando tienen lo que tienen en la suya. No olvideis y jamás se las aceptéis, que nunca fueron nadie y nunca lo serán para ir de dignos.

En definitiva, que ya me estoy extendiendo mucho, Manquepierda, humildad y ambición. A darlo todo, jugadores, entrenador, directiva y, por supuesto, afición. Venga lo que venga, ahí estaremos acompañándote a donde quieras llegar y ahí estaremos ambicionando llevarte lo más lejos posible. ¡Vivan los béticos y viva el Real Betis Balompié manquepierda!

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