Por Javier Guerrero (@BetisShirts)
Osasuna – Betis, Osasuna – Betis. No deja de resultar curioso que hoy, 23 de septiembre, día en el que cumplo un cuarto de siglo, juguemos ante el rival que posiblemente me haya marcado más en mi vida. Y todos pensareis en la final de Copa, y yo también, lógicamente. No hay bético en el planeta que al pensar en el Osasuna no le venga a la cabeza la noche del 11 de 2005. Ese gol de Oliveira, aquel gol de Dani, recuerdos imposibles de olvidar y que siempre tiene uno en su imaginario. Olvidar eso sería como olvidar la cera que daba Pablo García, que daba más cera que el palio de la Virgen de la Presentación. Por cierto, ¿he dicho “el Osasuna”? Perdón Osasuna, que la “o” es un artículo en euskera y si no se me ofenden, y yo a ellos les quiero mucho, y espero seguir queriéndolos esta tarde.
Retomando el hilo, los navarros fueron la víctima en el que hasta ahora ha sido el día más importante que he vivido con el club, pero fueron los verdugos en una de las grandes lecciones de vida que he recibido. Estaba yo en quinto o sexto de primaria. Una compañera, María, se acercó y me dijo que iba a celebrar por Halloween una fiesta a la que estaba invitado. No piensen ustedes en Benjamín, que éramos niños, al fin y al cabo. El caso es que a mí el plan me pareció divertido y de niño mayor, pero claro, había un problema, jugábamos esa misma noche en casa y ante Osasuna. El rival era, y sigue siendo, secundario, si el Betis juega no te lo vas a perder por una fiesta. Así que le tuve que decir que no y asistí feliz a Heliópolis de la mano de mi padre. Cinco nos cascaron esa noche, cinco. Un, dos, tres, cuatro y cinco. ¡Qué ridículo! Y como se rio de mí María por no haber ido a su fiesta. Ahí entendí que, si seguía ese camino, renunciaría a muchísimas cosas divertidas por ver al Betis, ¿merecía la pena? La respuesta es obvia, claro que sí. Si hubiera razonado otra cosa no estarían leyéndome ahora.
Años más tarde, Osasuna me daría una de las peores noches de mi vida, pero de verdad. De todos los palos que he vivido como bético, nada como los dos descensos de los que tengo conciencia. Y aunque en la 13-14 todo lo que pudo salir mal, salió mal, ningún día de esa temporada me provocó más dolor que aquella derrota en casa ante Osasuna. Era la primera vuelta, sí. Faltaba mucho, sí. Pero aquel día salí del estadio hundido y sabiendo que el equipo, salvo milagro digno del propio Jesucristo, no se salvaría. Horas y horas de lágrimas, una noche en blanco que ojalá no tengamos que volver a vivir.
Pero no todo es tragedia, que es Osasuna, no el Bayern de Pamplona. En la 2016-17 viví una noche en lo personal que, en su momento, fue una de las noches más felices de mi vida. Yo llevaba años enamorado de una niña, María, no la de Halloween, otra. Era mi crush, que dicen ahora los chavales. Tenía muchísima confianza con ella, pero nunca conseguí que pasáramos de ser amigos. El caso es que de todos esos años que llevaba en la friendzone, se resquebrajaron cuando empecé a enterarme que mis sentimientos eran correspondidos. El día definitivo sería la noche del cumpleaños de ella. Todos mis amigos íbamos a Casino, y ella, junto a todas sus amigas, también. Yo sabía que iba a pasar, que si no la cagaba, esa noche empezaríamos juntos y comenzaría a vivir lo que durante años solo había podido soñar. ¿Estaba nervioso? Sí, más nervioso que Soto Grado en la Maestranza, pero no por ella, sino porque jugábamos en Pamplona y lo primero siempre es lo primero. Y sí, esa noche empezaríamos de novios y no, no seguimos, las cosas de la vida. Tuvimos nuestros más y nuestros menos, pero si algo no he perdido es la alegría y la confianza que me dio Felipe Gutiérrez marcando aquel gol de faltar in extremis. Les parecerá una locura, pero el chileno me dio el empujón definitivo para romper los miedos de cinco años. ¿Cómo no va a marcar eso, joder?
Tal vez vea mucha ojana en este texto, querido lector, tal vez piense que estoy loco. Pero escribo esto con un cuarto de siglo y con el deseo de que, por el mismo, mi Betis me regale una victoria ante Osasuna. Salud y Betis, lo demás son añadidos.