Por Enrique Roldán Cañizares / @enrolcan
Cada vez que un jugador de fútbol se retira sin haberse enfundado una camiseta distinta a la de su equipo se nos rompenlas manos aplaudiendo. Nos falta tiempo para dedicar homenajes y entregar el prestigioso premio One Club Man,intentamos recordar el último caso de un jugador que no se dejara guiar por el poderoso caballero que hoy dirige elbalompié y nos atusamos el pelo mientras gritamos a los cuatro vientos que, el fútbol, por mucho que nos guste y por másque nos pese, ya no es lo que era antes.
Pero el Real Betis Balompié es un equipo curtido en mil batallas que se ha curado de más de mil heridas, y no nos referimos exclusivamente a las lanzas de las que hablaba Martínez de León, pues mil son pocas lanzas si tenemos en cuenta todos los envites que la vida le ha propinado al Betis. No vamos a hacer aquí una enumeración de todas lasdesgracias sufridas por el club de las trece barras (que incluso comenzó a sobrellevarlas cuando todavía vestía de azul),pero sí hay una que vamos a tomar una como referencia: el descenso a los infiernos de la Tercera División.
Porque el flamenco nos canta aquello de que dentro de nuestro pecho tenemos “dos escaleras de vidrio, [donde] por una sube la pena y por otra baja el alivio”, pero la experiencia del Real Betis fue bien distinta. Aquellas escaleras, no de vidrio, sino de cemento armado y vallas oxidadas, vieron cómo la pena bajaba desde la conquista de un campeonato de Liga hasta el fuego abrasador de la categoría de bronce, pero también escuchó cómo el alivio comenzaba a escalar desde los últimos tramos de aquel sótano futbolero que no parecía tener fin, pudiendo volver a la Primera División tras dejar por el camino años de hambre, fatiga y rifas de vacas. Es a partir de esta experiencia vital de superación y resiliencia cuando podemos destacar a seis jugadores que dejan en pañales la dedicación y el amor a unos colores de futbolistas como Puyol o Maldini o Le Tissier.
¿Dónde queda un futbolista que nunca ha abandonado a su equipo cuando lo comparas con otro que sabe lo que es jugar en Primera, Segunda y Tercera División con su club? Queda en los altares del fútbol, de eso no hay duda, pero un escalón por debajo de Ángel Martín “Saro”, Francisco González “Paquirri”, Rafael Castillo, Guillermo Coll, José Suárez Japón yJosé Besteiro “Portu”, los seis jugadores que tienen el honor de haber defendido los colores verdiblancos en los estadios de césped recién cortado de la máxima categoría, en las instalaciones llenas de goteras de la división de plata y en los campos de polvareda de la Tercera División.
Valgan algunas palabras breves para intentar, remotamente, elevarlos al lugar que merecen dentro de la sacrosanta lista de jugadores del Real Betis Balompié.
Ángel Martín “Saro” fue uno de los famosos vascos que dieron forma al Betis campeón de Liga en 1935. Llegado desde el Arenas de Guecho en la temporada 33/34, Saro tocó la gloria, sufrió la guerra civil y bajo, lenta pero inexorablemente, al infierno de la Tercera División,llegando a jugar en el Betis casi 17 años y colgando las botas después de dos temporadas en Tercera y algunos que otros achaques a sus espaldas.
Francisco González “Paquirri” también se retiró del club sabiendo lo que era ganar una Liga. No en vano, debutó en elBetis en la temporada 32/33, tras haber jugado previamente en el equipo amateur verdiblanco y en el Sparta, mítico equipo de la Alameda, barrio donde se había criado. Llegando incluso a desplazar a Unamuno de la delantera bética, Paquirri se enfundó la camiseta de las trece barras hasta el año 1942, cuando puso rumbo al Deportivo de la Coruña. Finalmente, tras un paso por el Cádiz, Paquirri volvió al Real Betis en la temporada 49/50, cuando supo lo que era jugar en Tercera División, a pesar de haber vivido de primera mano aquella feria de abril en la que los jugadores béticos entraron con la copa de la liga en ristre.
El caso de Rafael Castillo es similar al de Saro, aunque la historia del canterano bético no fuera tan laureada como la de su compañero vasco. Si bien Saro bebió de las mieles del éxito verdiblanco, Castillo llegó al primer equipo en la temporada 42/43, cuando el Real Betis había vuelto a Primera División tras dos años en Segunda. Los béticos no se lo podían imaginar, pero aquella temporada que vio a Castillo debutar sería la última que el Betis disputase en Primera División en un largo periodo de tiempo. Fue ahí donde comenzaron a bajarse, de forma definitiva, aquellos peldaños de vidrio que a cada paso saltaban en mil pedazos junto con los corazones de los béticos. Y Rafael Castillo, con paso sereno y melancólico, bajó todos esos escalones uno a uno de la mano de la afición.
La situación de Guillermo Coll guarda ciertas similitudes con las de Castillo, pues, el balear de nacimiento pero bético decorazón (y un poco calavero, pues recaló en el Betis desde el Calavera, que hacía las veces de su filial), llegó al club una vez que el título de Liga ya se exhibía en la vitrina de trofeos del Estadio Municipal de Heliópolis. Fue concretamente enla temporada 39/40, la primera que volvió a vivir el fútbol español tras la guerra civil. Su debut fue en el campo de Chamartín frente al Atlético Aviación, mientras que su último partido fue en esos campos de Dios que suponía la TerceraDivisión española en aquella época, dejando al Betis en la temporada 49/50 para mantenerse en Sevilla, donde residió hasta 1969 jactándose de que, a pesar de intentos de fichajes de otros equipos, nunca quiso abandonar la disciplina verdiblanca.
El caso de José Suárez Japón es una buena muestra de la infatigable cantera que siempre ha supuesto la localidad de Coriadel Río. Japón llegó al Real Betis en la temporada 41/42, cuando el club consiguió volver a Primera División. Tras el ascenso, Japón supo lo que fue defender el escudo bético por los campos de Primera División, aunque el descenso de final de temporada provocó que pusiera rumbo al Ceuta, equipo en el que estuvo varias temporadas. Tras abandonar la ciudad africana volvió al Real Betis en el curso 49/50, cuando el equipo ya se batía el cobre en los campos de Tercera.
Finalmente, hemos de referirnos a José Besteiro “Portu”, el único futbolista de este listado que escaló desde la Tercera hasta la Primera División. Que venga el Mono Burgos otra vez con aquel anuncio en el que abría la tapa de una alcantarilla con la cara llena de hollín tras “dos añitos en el infierno”, el Real Betis volvió por la escalera de vidrio tan flamenca a la que ya hemos hecho referencia, y lo hizo con Portu como abanderado, como pieza clave para recordar que, aunque comenzase una nueva era para el Betis, ni los jugadores ni la afición debían olvidar de dónde venían. Portu llegó a la primera plantilla en 1952 tras haber pasado por el Juventud Balompié, filial del Real Betis por aquel entonces, y no paró hasta ver nuevamente al club en los altares del fútbol español. Dejó el equipo en 1960, pero en el camino fue testigo y partícipe de unas de las gestas más heroicas de la historia del fútbol español: la de un club (tenía que ser el Real Betis Balompié) que tras ganar una Liga descendió, volvió y de nuevo descendió hasta Tercera División sin perecer en elintento.
Jugadores como Saro permanecieron en el club hasta la última de las categorías para recordar de donde veníamos, y otros, como Portu, hicieron lo propio, pero en el camino inverso, sirviendo de advertencia al nuevo Betis que nacía para que no volviese a cometer los errores del pasado. Y así fue cómo se forjó la experiencia vital del Real Betis Balompié, con recuerdos y advertencias de lo que fuimos para no quitar la vista del porvenir, el cual, como la esperanza, no puede tener otro color que no sea el verde.
Este artículo fue originalmente publicado en la Revista Betis Bohemio 5: Los años del barro, que puedes descargar gratuitamente aquí: