Por Enrique Roldán Cañizares / @enrolcan
La casa del Vitoria de Guimaraes, donde no nos queda otra que ir el jueves para pasar de ronda en la Conference League, recibe el nombre de Estadio Dom Afonso Henriques. Y mira que han existido Alfonsos relevantes a lo largo de la historia (como pueden ser los casos de Alfonso Jaramillo o de Alfonso Pérez Muñoz), pero este nombre se debe a Alfonso I, el primer Rey que tuvo Portugal.
Los vimaranenses (gentilicio raro donde los haya) llevan orgullosos el nombre de este Rey porque, según ellos, nació en Guimaraes, pero lo cierto es que a día de hoy ningún historiador es capaz de poner en pie donde vino al mundo el dichoso Alfonso. De hecho, buena parte de los historiadores creen que nació en la ciudad de Viseo, donde su madre (que por cierto era hija del Rey Alfonso VI de León) parece ser que pasó largas temporadas en 1109, año en el que Alfonsito vino a la vida.
Lo cierto es que, tras la muerte de su padre, Alfonso heredó el Condado Portucalense, siendo proclamado Rey de Portugal en 1139 a raíz de una victoria en una batalla contra los almorávides. Fue un par de años más tarde cuando Alfonso VII de León, a raíz del Tratado de Zamora, reconoció el título del Rey portugués. Sin embargo, como la Iglesia era la que verdaderamente mandaba en estos jaleos de las coronas, el Papa Alejandro III no reconoció a Alfonso I el título de Rey hasta 1179. Es decir, 40 años diciendo que era Rey, pero sin que ningún Papa de Roma le echara cuenta.
No obstante, si los aficionados del Vitoria de Guimaraes ya demostraron hace algunos años que eran traicioneros y rastreros como ellos solos, el Rey al que rinden honores no iba a ser menos, y así lo demostró cuando intentó conquistar Cáceres. La ciudad extremeña estaba bajo dominio musulmán, pero, en virtud del Tratado de Sahagún, en caso de conquista, debía pasar a ser controlada por León. A Alfonso I le dio exactamente igual y se lanzó a la toma de la ciudad, pero cuando estaba a puntito de hacerlo, el Rey Fernando II de León apareció con sus tropas, lo que dio lugar a que Alfonso I, así como todo su ejército, huyera de allí con el rabo entre las piernas. Lo que no imaginaba Alfonso I era que, al intentar huir a caballo por la puerta de la ciudad, se daría un topetazo con un hierro, partiéndose una pierna (ya le podría haber pasado a Oliveira un rato antes de girarse delante de Natan) y siendo hecho prisionero por Fernando II. Una vez capturado no le quedó otra que agachar las orejas y devolver algunas ciudades que había conquistado con malas artes a los leoneses, pues de otro modo no habría sido puesto en libertad.
Hasta aquí alguien podría preguntarse qué tiene esto que ver con el Betis. Pues tiene mucho que ver, porque la historia es la vida y la vida es el Betis. ¿Que Alfonso I se convirtió en el primer Rey de Portugal? Muy bien, pero, ¿qué pasó después de casi cuatro siglos de independencia? Pues que todo lo que lio Alfonso I quedó en nada cuando, en 1580, Felipe II fue más listo que nadie. El entonces Rey luso, Sebastián I, murió en la batalla de Alcazarquivir, quedándose Portugal sin heredero, y Felipe II, que era nieto de Manuel I de Portugal, aprovechó la situación, invadió el país vecino y fue proclamado Rey un año más tarde.
Y si aquí dijimos hace unas semanas que Carlos V habría sido del Betis antes que del Gante, ¿de qué equipo habría sido Felipe II? ¿Del equipo de la ciudad que tanto creció durante su reinado y donde mandó construir la cárcel en la que Cervantes ideó el Quijote, así como la Alameda, el “gran jardín público del que podían disfrutar los sevillanos sin distinción ni clase social”? ¿O del equipo del país del Rey traicionero que intentó quedarse con Cáceres y que se sacó de la manga un reino, el cual, pese a tanta tontería, volvió a estar bajo el control de un Rey español? Pues evidentemente no hay color, y por mucho que la bandera de Guimaraes sea verdiblanca por la Virgen de Oliveira, Felipe II habría preferido al Betis.
Así que no sufráis, béticos del universo, la historia está de nuestra parte. Aunque el jueves estemos en Guimaraes mirando por las esquinas por si aparece algún cabestro vestido de negro creyéndose uno de los soldados de Alfonso I, el partido se ganará. Y mientras estemos en las gradas abriendo el Skyscanner para sacar vuelos a Polonia (porque el Círculo de Brujas tiene poca pinta de remontar), los del Guimaraes se estarán yendo a sus casas con las orejas agachadas, como hizo Alfonso I después de chocarse con un hierro en Cáceres y como hicieron todos los portugueses después de que Felipe, en aquel bendito año de 1580, dijera aquello de: “señores, de aquí pa’lante to esto es mío”.