Por Joaquín Piñero // @joaquinpherrera
Ay, Juan, ¡qué felices nos has hecho! Ya tengo la voz casi recuperada y hemos vuelto al trabajo, a la rutina. Ya está aquí la feria y el equipo prepara su siguiente compromiso ante el Getafe. La Champions está cerca y hay que culminar una temporada histórica. Borja ha dormido, Bellerín ha soltado el botellín y Joaquín ha llegado a casa sano y salvo, mientras que Pellegrini estudia los movimientos de Enes Unal. Sí, ya volvemos a LaLiga, pero, un momento, permítanme regresar otra vez a aquella maravillosa noche de abril.
No va a volver a ser lo mismo. A mejor, claro. Por fin. Como me dijo un buen amigo y mejor bético eufórico en la Plaza Nueva: “Es el mejor día de mi vida”. Yo no sé si es exagerado o no, lo que es cierto es que distingues a los béticos por la calle por su felicidad.
Una felicidad, una alegría que, el fútbol, los aficionados y, casi el Betis, nos había intentado robar condenándonos a terrenos inhóspitos como el Stadium Gal, el Anxo Carro o el Toralín. Lugares que se llenaban de béticos que no querían, pero debían acompañar a su equipo por donde la pelota les guiara. Esa bendita religión y sus mártires sucesores de aquellos que no buscaban mostachones en Utrera.
Ahora, son 3 puntos en lugar de 2 y, por suerte, las cosas van mejor. Gracias a aquellos mostachones. Gracias al Manquepierda.
En fin, que me lío. El caso es que Musah falla el cuarto penalti de aquella fatídica tanda que muchos vivieron en un baño y que a todos nos quitó a años de vida.
Tras el fallo del norteamericano, a Juan le empiezan a subir los colores y se le hiela la sangre. Me lo puedo imaginar. La grada se vuelve loca porque todo se pone de cara.
Juan muerde la camiseta nervioso, pero no es su turno. Va Tello, el de Vallecas.
Cristian agarra el balón y, esta vez sí, anota con tranquilidad para sellar la ventaja. Primera bola de partido. Al saque, Gayá que salva la primera.
Ahí entra en acción el niño de Olivares.
Un bético desde la cuna, como tú y como yo. De familia verdiblanca hasta las trancas. Un niño que se fue a Madrid buscando tocar la gloria que Dani hizo posible. Un chaval que se fue a Barcelona pero nunca olvidó Heliópolis. Un chico que se hizo futbolista en Alemania, aunque regresó a Valencia para ver a su equipo caer a un pasito de la final, curiosamente, contra el equipo que lleva el nombre de la capital del Turia (cosas del destino). Una persona que ha sufrido en Lugo, Soria, Huelva, Almería o Tarragona…
En definitiva, uno de los nuestros. Un bético más con poco más de dos décadas de edad que se dirigía hacia el balón que podía hacer más felices a los suyos en casi dos décadas. Toda una vida, su vida.
Allá iba. Quizás, el trayecto más largo de su vida. Probablemente, se acordó del Miniestadi, de aquella fatídica tarde de mayo del 2009, de Salamanca, de Descarga… Me puedo imaginar lo que sintió. Bueno, realmente, ni puedo ni quiero. Si desde la grada no podía ni levantarme del asiento no te quiero contar cómo sería ahí abajo…
Viendo vídeos y más vídeos, me dio por pensar en cómo sería el gol decisivo soñado para él. Todos los niños béticos hemos metido ese gol en el estadio de nuestra mente: de cabeza, de chilena, de volea… Todos. Solo uno lo podía hacer en ese momento.
Imagínate, tu familia, tus amigos, tus compañeros, tu gente y una pelota. ¡Qué miedo, Juan!
Escribiendo esto y reflexionando sobre ese penalti que daría para un libro, una película, un cuadro y, quizás, hasta para una composición musical, caí en la cuenta que el penalti de Miranda es el penalti de todos. Las lágrimas en el césped de la Cartuja y en Plaza Nueva son las nuestras en la grada y en las calles. Su zurdazo frente al georgiano es nuestra finalización en sueños. Su Copa del Rey es nuestra Copa del Rey. Su Betis Alé es el nuestro. Su felicidad es la nuestra. Su Betis es el nuestro. Su gol es nuestro sueño. Su realidad, nuestra felicidad.
Juan, como Dani, no tuvo su mejor temporada el año que se hizo eterno. Juan, como Dani, nació con sangre verdiblanca. Juan, como Dani, nació al fútbol en Heliópolis. Juan, como Dani, tuvo que sufrir mucho para llegar a la meta de las trece barras. Juan, como Dani, gritó al cielo que era campeón. Juan, como Dani, es mito del equipo de su corazón.
Juan y Dani, Dani y Juan son mitos del Betis, de la cantera al cielo.
Bueno, Juan, ¿qué? ¿cómo sienta cumplir el sueño de todos los niños béticos?